Ya era conocida, pero estos días Mia Khalifa ha sido más mencionada que nunca por su entrevista en la BBC sobre su experiencia en el porno en la que habla de abusos, dinero y de sus propias decisiones.
Para quien no la conozca, Khalifa es una joven libanesa que alcanzó la fama en Estados Unidos tras aparecer en un vídeo pornográfico con un velo islámico. Las visitas se dispararon y empezó a grabar para una de las productoras más importantes de vídeos gonzo. Según la entrevista que le hicieron en la BBC poco más de una docena de vídeos por los que recibió un total de 12.000 dólares. No es mucho teniendo en cuenta la magnitud de su nombre, y es por eso que intervenciones de este tipo nos ayudan a entender mejor que nada cómo es la realidad dentro de ese negocio.
Pero hay algo especial en Mia Khalifa para que su nombre resuene tanto, sobre todo en grupos de adolescentes. Quizás sea debido a su popularidad en Tubes gratuitos al igual que pasó con otras figuras que saltaron a la cultura mainstream, como Sasha Grey.
Jenna Jameson, que también tiene un pasado como una de las figuras más importantes de la industria pornográfica americana, habla en su libro de algo que explicaría el éxito tan rápido de estos perfiles en producciones aparentemente caseras.
“La mayoría de chicas tienen su primera experiencia en películas Gonzo, en las que las llevan a apartamentos sucios de Mission Hills y cualquier abusón imbécil las penetra por cada orificio posible”.
«Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno» Neil Strauss, Jenna Jameson
Sasha Grey, que ha llegado a protagonizar películas de directores como Nacho Vigalondo tras dejar el porno, hablaba de su salto a producciones más importantes poco antes de retirarse. Grey se hizo famosa por grabar escenas extremas en las que la golpeaban y atragantaban, y en más de una ocasión ha puesto en duda el grado de consentimiento que dio durante ese periodo. Sin embargo, los vídeos acumularon millones de visitas y todavía siguen siendo populares en internet.
Tuve la gran oportunidad de estar en una película de Steven Soderberg y después de eso cambié de idea y decidí que quería seguir, probar algo diferente, algo nuevo. Sentí que había logrado lo que quería como performer.
Sasha Grey en The View
Pero tanto en historias como la de Mia Khalifa como la de Sasha Grey a menudo surge un conflicto. Son ejemplos muy útiles para el activismo, tanto para el que defiende que las mujeres en el porno están empoderadas y pueden salir, como para el que describe una realidad miserable en la que pasan de mano en mano. La propia Grey reconoció sentirse “como una mercancía” cuando entró en el porno.
Este ejemplo sería el momento más comentado de la entrevista a Mia Khalifa para la BBC, en el que no se siente como una víctima.
Siento que aquella chica no tenía las herramientas para identificar que se estaban aprovechando de ella y que lo que le dijeron eran mentiras. Tal vez no mentiras, pero tratar de manipularme para que hiciera lo que ellos querían. Realmente no me veo como una víctima. No me gusta esa palabra. Tomé mis propias decisiones, a pesar de que fueron decisiones terribles. Creo que algo debe cambiar en la forma en que se aborda a las mujeres, incluso si solo se les acercan.
Mia Khalifa durante la entrevista

Esta declaración le ha ganado la acusación en varios círculos de estar alienada o sufrir una especie de síndrome de Estocolmo hacia los productores con los que firmó. Es algo que ya comentó otra performer, algo menos conocida en círculos generales, pero cuya experiencia sí forma parte del debate feminista sobre la pornografía. Para Stoya, que dejó de grabar un tiempo, la pornografía no ha sido una vocación, sino una forma de ganar dinero. Y aunque se la presentó como una víctima arrepentida más de la industria, la sorpresa vino cuando volvió a los rodajes, compaginando incluso el porno con el cine convencional.
Lo comentaba ella misma en una entrevista para la revista online Jezebel.
“La gente normalmente me ve como una representación bidimensional, y moldea mi experiencia para que encaje con la narrativa que han creado en su mente”.
«Stoya ha dejado de hablar de porno feminista» Jezebel
Y es cierto que trabajar con testimonios es moverse en una escala de grises, especialmente en aquellos casos en los que tienen el poder de hablar por sí mismas sin miedo o dificultades. La pornografía, a menudo debatida junto a la prostitución, tiene la peculiaridad de funcionar con mujeres estadounidenses en América y europeas en Europa, principalmente caucásicas en ambos casos. En la prostitución hay un mayor número de migrantes. Más allá de cualquier implicación, esto supone que conocen el idioma y la cultura -evidentemente- y pueden desenvolverse, buscar ayuda o, básicamente, contar su propia historia sin intermediarios. Al menos es así salvo casos en los que intervienen otros condicionantes como amenazas.
Al tratar este tema, siempre suelo contar la historia de una entrevista que tuve con una mujer menor de 30 años que en su etapa de estudiante había experimentado con un grupo de BDSM. Después de aquello decidió probar a grabar pornografía con una productora pequeña muy especializada en fetiches. Fue un desastre, según sus propias palabras, que acabó con denuncias por su parte. Fue una etapa dura para ella tanto emocional como económicamente, y decidió recurrir a una asociación contra la pornografía y la prostitución para buscar ayuda. Descubrió con cierta sorpresa que le ofrecían apoyo a cambio de difundir un argumentario ya preparado en varios eventos y de la cesión de una comisión por cada charla de las que prepararían para ella.
La colaboración quedó en nada porque habían seleccionado una narrativa con la que ella no se identificaba.
Otro perfil que ha reclamado tener su propia voz y no ser utilizado con fines políticos es el de Ámbar IL, activista que habla sobre todo de los abusos sexuales que sufrió en la infancia y de su pasado en la prostitución. Su artículo “¿Es este el abolicionismo que quiero?” cuestionaba varias medidas que consideraba que a ella, como afectada, no beneficiarían. También recibió fuertes críticas tras la publicación.
En los dos casos que describo se acabó dando una voluntad de seguir adelante sin negar el pasado ni recordarse en él como un sujeto pasivo sin voluntad. Coincide con la historia de Sasha Grey, ahora autora y actriz, y la de Mia Khalifa. La dificultad radica, en estos casos, en el aspecto económico y en las ayudas que realmente llegan a las afectadas.
Pero, ¿funciona? No he sido participante de ningún rodaje, solo espectador, y aún así he encontrado que repetir la misma experiencia una y otra vez delante de distintos públicos solo me ha hecho sentirme más víctima y a la vez culpable de lo que realmente soy. En el caso de otras compañeras que han seguido adelante con sus vidas colaborando ocasionalmente como en esta entrevista que nos hicieron también en la BBC el sentimiento es parecido. La propia Jenna Jameson lo cuenta en este fragmento:
Y estas chicas, algunas de las cuales tienen el potencial de convertirse en estrellas en la industria, se van a casa y prometen no volverlo a hacer porque fue una experiencia terrible. Pero, desafortunadamente, no pueden volver atrás, así que viven el resto de sus días con el miedo de que sus familias, sus compañeros de trabajo sus hijos lo descubren, lo cual acaba ocurriendo inevitablemente.
«Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno» Neil Strauss, Jenna Jameson
Y es por eso que la voz de Khalifa es un ejemplo de madurez. Sin renunciar a un futuro esta joven libanesa ha roto con la narrativa de víctima pasiva, y se podría convertir en un ejemplo para tantísimas otras mujeres con experiencias similares que acaban siendo utilizadas o quedan atrapadas en la industria porque tienen miedo a lidiar con el estigma que suele suponer la prostitución o la pornografía.
Cuando hablo en institutos, siempre hay alguien que menciona a Sasha Grey, o a Mia Khalifa como ejemplos de personas que han alcanzado el éxito a través de la industria del sexo. Con este tipo de declaraciones, estarían ayudando al consumidor a entender qué es realmente lo que está viendo y qué siente la persona que hay detrás de la pantalla. Pero es que también podría ayudar a prevenir situaciones de abuso futuras.
Con el contexto económico actual, es más que probable que decenas y cientos de jóvenes encuentren en la industria del sexo una alternativa a la precariedad laboral. Ha sido el caso de Grey, Stoya, Khalifa, y estos son solo los ejemplos más mediáticos. Pero hacen falta más voces que cuenten por sí mismas sus propias verdades, ajustándose a su propio criterio para que futuras generaciones encuentren experiencias visibles y documentadas antes de dar el paso. Precisamente por lo que Mia Khalifa decía en su entrevista en la BBC, para que tengan herramientas con las que identificar cuándo alguien se está aprovechando de ellas.