Los jovenes ya no leen. La frase se repite como quien dice que va a llover. Y quizás el dato venga por los descensos de ventas. Imagino que las editoriales no han sabido sacar partido a los libros de Youtubers e Influencers, o igual es que nos concentramos menos. Pero cuando paso por la misma librería, el pasillo de la sección de fantasía se llena de adolescentes que se sientan en el suelo para elegir qué leer después de Juego de Tronos. No sé si es su único motivo, pero probablemente les haya picado la curiosidad de mirar al abismo de todas esas historias que construirán parte de su identidad en un futuro.
Y lean a Tolstoi, a Stephen King o Crepúsculo, aprenderán estas 7 lecciones que muchos aprendimos de (todos) los libros.
1. No siempre hay final feliz
“Mejor no significa mejor para todos, comenta. Para algunos siempre es peor”.
Margaret Atwood, «El cuento de la criada»
Recuerdo haber terminado de leer novelas que me dejaban con una terrible sensación de haber perdido el tiempo durante páginas. Me ha pasado igual cuando el tipo salva a la chica y mata al dragón que cuando la chica y la bruja descubren su amor y dejan a un príncipe resentido. No va de eso. Adaptarse al mundo actual a través de esta narrativa no funciona, ni en la literatura ni -salvamos Rogue One- en las últimas películas de Star Wars. La magia ocurre cuando los personajes sufren como sufrimos o sufriremos nosotros.
Habría luchado contra mil dragones por pasar una hora más durmiendo en aquella cama de 90 con mi primera novia en la universidad. Pero no sucedió. Eso me motivó a huir de pura rabia y a marcharme a Sevilla, y allí empezó una nueva entrega de mi vida con mafias y proxenetas, y resulta que aquello no tuvo tampoco un final feliz.
Pero fue el camino hacia nuevos finales. Aprendí que no siempre hay final feliz por los libros, luego seguí caminando.
2. El viaje también importa
“No existe un final verdadero. Eso solo es el punto en el que dejas de escribir la historia”.
Frank Herbert, autor de la saga «Dune» en una entrevista allá por los 70.
Lo hemos oído ya mil veces, lo que cuenta de verdad es el camino.
Todos esos jóvenes sentados en el pasillo de la sección de fantasía de la librería van a recordar sus aventuras impresas de una forma muy distinta cuando descubran que la vida también es una página tras otra, que solo unos capítulos los escriben ellos y que en el mundo real también ocurren fallos de imprenta. Van a descubrir que un mal final no tiene por qué ser el definitivo y que los personajes cambian, unas veces se desarrollan mejor y otras lo hacen peor, que al final el enano no era tan cínico ni la princesa tan justa. Algunos personajes se marchan y solo algunas veces vuelven a aparecer unas páginas más adelante.

3. Sin errores la historia -y la vida- sería muy aburrida
“Cuidado. Pues no tengo miedo, y eso me hace poderoso”.
Mary Shelley, «Frankenstein»
Existen varias -muchas- diferencias entre la vida, la lectura, el cine y los videojuegos. Una de ellas tiene que ver con las consecuencias que producen los errores. Cuando cometes suficientes fallos el personaje de tu videojuego tiene que volver al principio del nivel, pero en el cine, la literatura y la vida los errores hacen que la historia avance. A veces de una forma inesperada que hace que todo sea mucho menos monótono. Unas veces los acontecimientos dan un giro triste, pero también puede ser feliz. Y siempre se aprende. Forma parte del desarrollo de los personajes.
Piensa en Alicia cuando visita El País de las Maravillas y descubre explorando que el mundo puede ser infinito.
4. El mundo puede ser infinito
“No toda la gente errante anda perdida”.
J.R.R. Tolkien, «El Señor de los Anillos»
Hay todo un concepto dedicado a ello que se conoce como “Monomito” y que se explica en “El héroe de las mil caras” de Joseph Campbell. Básicamente es la estructura que afecta a gran parte de la narrativa occidental que leemos y escribimos, incluso sin darnos cuenta.
Josep Campbell, «El héroe de las mil caras»
El héroe se lanza a la aventura desde su mundo cotidiano a regiones de maravillas sobrenaturales […] tropieza con fuerzas fabulosas y acaba obteniendo una victoria decisiva […] regresa de esta misteriosa aventura con el poder de otorgar favores a sus semejantes.
Recuerda a Sam cuando advertía a Frodo que un paso más, y eso sería lo más lejos que habría estado de su casa. Bueno, pues tú caminabas con él leyendo “El señor de los anillos”. Una página más y seguirás descubriendo mundos que pueden resultar infinitos.

5. No caminas a solas
C.S. Lewis, «Los cuatro amores»
“ La amistad nace en el momento en el que una persona le dice a la otra: ¿Qué? ¿Tú también ? Pensé que era el único ” .
La ficción escrita no solo se compone de capítulos, ni los capítulos son una página tras otra. Eso sería terrible. Las historias necesitan tramas, y eso solo se consigue a través de los personajes. Pero igual que una vida a solas al estilo de “Soy leyenda” sería muy aburrida, con las tramas ocurre algo parecido: los personajes tienen que interactuar a través de sus motivaciones, y cuando se comparte una meta surge la amistad… o una rivalidad.
En las novelas aprendí que se puede encontrar la amistad más inesperada en cualquier parte. Piensa en «La milla verde» con Coffey y Mr. Jingles ¿Cuántas grandes historias se han convertido en clásicos por las amistades que describieron?
6. Pero el camino también trata de aprender a despedirse
“ Con él vida era una dulce rutina; sin él, la vida era insoportable”.
Harper Lee, «Matar a un ruiseñor»
Ocurre en las mejores historias, y aunque solo sea tinta y papel nos duele y nos hace madurar. No se trata de buenas noches o nos vemos mañana. Se acabó, para siempre. El libro continuará sin ese personaje, porque ha decidido no continuar o porque se ha marchado definitivamente.
La vida real no está a salvo tampoco de esos giros argumentales.
Hay quien dice que crecer es aprender a despedirse. Quizás nunca se aprenda a hacerlo con una sonrisa, pero hasta ahora, las grandes decepciones adolescentes se han debido a aferrarse a amistades y amores como si fueran salvavidas.
Y no es así. Hay que aprender a despedirse por muchos motivos.

7. Perspectiva, que alguien no piense como tú no lo convierte en malo
“Ningún hombre escoge la maldad porque es malo, solo la confunde con felicidad, lo bueno que busca”.
Marry Wollstonecraft, «Vindicación de los derechos del hombre»
Y lo que más aprendí. El malo, el buen villano, nunca es el malo de su propia historia. Puede ser alguien con unos valores distintos a los del tipo de la armadura brillante. Y al final quizás no gana el mejor, en ocasiones lo hace el más rastrero o el más afortunado. A veces, justo en las últimas páginas, el protagonista descubre que el camino no fue adecuado. Ha aprendido algo que no sabía cuando comenzó el viaje.
Prometeo les robó el fuego a los dioses porque creía que era lo mejor. Los dioses lo guardaban por el mismo motivo. Frankenstein creó a la criatura porque quería demostrar al mundo y a sí mismo una idea muy concreta, y la criatura se interpuso en el camino de su creador por algo muy parecido. Es una cuestión de perspectiva.
Y entonces viene la conclusión, que en realidad son muchas porque cada historia se compone de muchas vidas, y se descubre que sí hay un final feliz, pero no lo es para todo el mundo.