La semana pasada una radio de Formentera me contactó para hacerme una entrevista sobre mi investigación en “Escúpelo”, que salió el año pasado, y todo lo que ha venido después. Casi por accidente, gran parte del material que aparece en el libro ocurre en las Islas Baleares. Viene a hablar de una trama de prostitución promocionada por un importante grupo editorial español. En todo caso, las islas son uno de los destinos nacionales favoritos para dar a los vídeos ese aire de “sol y playa” que se busca a veces, y de eso iba originalmente la entrevista, hasta que empezamos a hablar de adolescentes y menores, educación sexual y consumo de porno.
Ya lo había hablado con Kike Oñate para Arabalears. Lo que se graba y lo que nos llega no suele ser lo mismo. Es vital hacer entender esto a los adolescentes sobre el porno. Y así, escribía:
López Fauste alerta también en su libro de la violencia que hay tras la cámara. Uno de los episodios que presenció se dio durante un casting. «Uno de los hombres que hacía la prueba y que estaba penetrando la actriz comenzó a darle bofetadas», narra, «hasta que la chica pidió que se parase la grabación como consecuencia del daño que le hacía «. A pesar de ello, «en el montaje final no se veía en ningún momento que a ella le habían pegado».
En este entorno, la violencia no siempre se manifiesta con golpes. «Durante el rodaje de una escena, mientras una actriz practicaba una felación a otro actor, el productor se bajó los pantalones y comenzó a penetrar la chica. Esto no estaba pactado, pero la actitud de ella fue de tolerancia y resignación», señala el periodista. Aparte de esto, una práctica habitual que también se encontró fue la del consumo de drogas, como las anfetaminas o la cocaína.
Cuatro años hace ya de aquella experiencia concreta, y desde entonces por mi email han pasado mensajes de apoyo de varias figuras políticas y activistas, pero ni un solo cambio real para las afectadas. Se lo comentaba a Irina, mi colaboradora durante parte de la publicación: “he tocado hueso, pero no sé exactamente dónde”. No ha habido juicios y los testimonios de muchas entrevistadas coinciden en un punto: denunciar es inútil.
Pero la actualidad golpea y lo hace bien duro mientras tecleo estas líneas, y es que El País ha promocionado en dos ocasiones recientes los respectivos canales de Youtube de dos estrellas pornográficas que pretenden reciclarse y llegar a otro público. La plataforma de Google es, por cierto, una de las más visitadas por adolescentes, y la industria del porno ha sabido saltarse la censura utilizando el término «porno» por «nopor».
Y esa era la preocupación de mi entrevistador -del que más tarde se me reveló que es padre de tres criaturas- ¿Cómo acceden los jóvenes a tanta pornografía? Estoy seguro de que esperaba una trama más compleja, pero la respuesta era sencilla: el mercado no está en los tipos de 50 años sino en los adultos del futuro. El negocio actual tiene la ventaja de crear un hábito desde cero con los pornonativos, es nuestra educación sexual.
Los adolescentes son el nuevo mercado del porno. Tienen la energía, el tiempo de consumir y se pasan el día enganchados a la pantalla, ¿qué más puede pedirse?
El problema, diría, radica en el poder de impacto que la industria pornográfica tiene sobre los menores de edad. Y recalco el masculino. ¿Un tipo que vive de tener sexo con decenas de chicas guapísimas semanalmente? Fantástico, ahora quiero ser como él y me suscribo a su contenido. ¿Una chica dispuesta a hacer lo que yo quiera cuando a mí me apetezca? Mejor todavía. El choque con la realidad de esos pornonativos será cósmico cuando transicionen el porno al sexo real, pero mientras consuman no hay mucho problema.
La industria no vive de vocaciones ni de buena voluntad, sino del número de visitas y las suscripciones, y ¿qué sector de edad pasa más tiempo navegando en internet? Exacto.
El reto ahora que la vieja Interviú ha desaparecido es alcanzar sus canales de difusión para que descubran que existe una industria del sexo actualizada que sintoniza con esos menores de edad e influye en su sexualidad.
Que el actor porno Nacho Vidal se abra un canal de Youtube sin restricción de edad a adolescentes habla mucho del público al que se quiere dirigir. Que un periódico de la importancia de El País se haga eco y lo promocione habla mucho del alcance del negocio. Pero por algún motivo olvidamos un elemento muy importante: estos revolucionarios no han venido a cambiar nada. Hasta ahora solo han aparecido para ser una cara más amable y acercarse a los menores de edad mientras pisan o les pisa (hombre/mujer) la cabeza durante la grabación. Quizás tienen la sonrisa más blanca o la iluminación es más profesional, pero eso es todo lo que cambia en unas condiciones de grabación que siguen siendo herméticas.
Al final, tras la cámara, las historias son igual de feas.
El problema del porno que parasita la forma de entender la sexualidad de los adolescentes es que solo puede ir a peor. Desde los 70, y prácticamente hasta ahora, este tipo de productos han sabido explotar su clandestinidad a su favor. Lo prohibido es atractivo.
En este silencio, el porno se ha colocado en un porcentaje de consumo de alrededor del 90% en hombres y una media de inicio que ronda los 11 años.
Hablé sobre las cifras de agresiones sexuales entre menores de edad y la mente del violador en mi canal de Youtube en el vídeo titulado «¿Se puede aprender a violar? Influencia del porno, educación sexual y adolescentes«.
Sin embargo, si se legisla, del mismo modo que un adolescente tiene difícil el acceso a tabaco, la situación podría cambiar. Habría que esperar unos años para ver si la medida funciona. Incluso voces dentro de la industria como Antonio Marcos, presidente de APEOGA o la actriz porno Zenda Sexy en La Sexta Noche se pronunciaron sobre consumo en menores y su papel en la educación sexual. ¿Dónde está, sin embargo, la presión de las productoras grandes y las figuras más mediáticas?
Tanto la industria como las instituciones deberían que ponerse de acuerdo y facilitarse el camino entre ellos para controlar el acceso de menores de edad al porno. Mientras eso se acerca o aleja, los adultos tendremos que entender que este material ha llegado para quedarse e influir en el sexo. Principalmente porque ya es gran parte del contenido que alberga internet y porque las cabezas empiezan a estar codificadas para consumirlo.
No es algo exclusivo de la pornografía, sino forma parte de un buen marketing de producto que crea y alivia necesidades.
Igual que explicamos a los muchachos que beber CocaCola no es la mejor opción para sus dientes, también deberíamos hablar abiertamente de este tema. Las bebidas azucaradas van a estar ahí, la única apuesta que -imagino- todo el mundo acepta es que la mejor vía de prevención es la información. En el caso del porno y el sexo sería muy parecido, y el bienestar mental no es ninguna broma. Pero para eso hace falta comprenderlo a fondo, tal vez desde argumentos más científicos y razonados que nos permitan darles a los adolescentes un porqué.
Contaba en aquella entrevista como de pequeños accedíamos a los vídeos a través de CDs que copiábamos y que compartíamos en secreto en el instituto como si el disco proviniera del mismísimo comisario Villarejo. No nos llamaba el deseo, sino la curiosidad que producía lo prohibido. Y ahora que las barreras se han roto y han alcanzado incluso Youtube, quizás solo quede eso; la información como arma frente a algo que tiene el potencial de convertirlos en miserables, a ellos y sus parejas sexuales, durante el resto de sus vidas adultas.
La entrevista: «No hace falta que los niños busquen contenidos pornográficos, se los encuentran sin querer»